La fotografía. Un disparo. Mil pensamientos en un disparo. El encuadre, la luz, el plano, la distancia, la historia, el momento, la casualidad. Clic, clic. ¿Una imagen o mil palabras? La deformación profesional me lleva a creer en las mil palabras, y a crear las mil palabras. Pero envidio la imagen que mueve montañas. Las mil palabras hay que cocinarlas, masticarlas, digerirlas (a veces cagarlas). La imagen es un sabor que entra por los ojos y mueve el mundo, al menos nuestro mundo. Galaxia Guttemberg versus Galaxia Marconi. Mil palabras a veces no bastan para explicar lo que una imagen puede provocar.
En Sydney este mes se encuentra la exposición de las mejores fotografías de 2006, el World Press Photo. Desde la guerra de Líbano hasta la explosión de un gasoducto en Nigeria, desde el Mundial de Alemania y el zidanazo, hasta la guerra mundial de Irak, el levantamiento de los asentamientos judíos de Gaza, la "recaille" de Paris, el deshielo de los polos, la naturaleza. Multitud de impactos de "foteros" aguzados que estuvieron en el lugar preciso en el momento exacto mientras dejaban otros momentos y otros lugares en la oscuridad del olvido.
En esa oscuridad a veces se quedan muchas imágenes que mis ojos captan y que merecerían ser mostradas a los suyos, que me leen ahora. Pero mi cerebro anda siempre buscando mil palabras que contarles, y toda la belleza y la mierda que encuentro en este mundo se queda a veces sólo para mí. He visto cosas maravillosas más allá de Orión, pero no tengo pruebas.
Hace poco tuve una foto que no saqué. Podría haberla tenido, pero para explicarla hubiera necesitado mil palabras o quizás más. Fue en el aeropuerto de Brisbane. A lo lejos, dos tipos altos, piel oscura, camisa azul típicamente fijiana arriba, pareo oscuro abajo. Bula! Podría haberles saludado. Eran fijianos. Los dos con muletas, los dos mutilados. Les faltaba una pierna. Podría haber sido cualquier causa la que provocó la amputación. Sin embargo, volví por un momento a mis vacaciones en Fiji, de las que les debo una crónica que nunca escribiré, a la isla de Nacula, al lugar donde me alojé durante cinco días de ensueño. Encontré la respuesta.
Allí, en una cena fijiana fantástica varios europeos hablábamos de todo un poco. Noruegos, ingleses, alemanes, españoles, holandesas, a qué te dedicas, qué haces aquí, has estado antes. De repente, entre esto y lo otro, una enfermera inglesa nos contó que trabajaba para el ejército de su país. Estaba allí aprovechando unos días de vacaciones. Trabajaba en Suva, en la capital de Fiji. El Ejército de Su Majestad los mandaba allí para comprobar la salud de los jóvenes fijianos dispuestos a salir del paraíso pacífico y de sus 1,7 dólares mensuales de sueldo. “En el Reino Unido nadie quiere alistarse y buscamos soldados en otros países anglófonos”. Un mes de preparación en Londres y después los mandan a “operar sobre el terreno”.
En mi mente la camiseta de un fijiano a la vuelta hacia el aeropuerto tras mis vacaciones: “Iré al cielo porque ya he estado en el infierno: Afganistán 2006”. En mi mente, esa imagen de los dos mutilados de Brisbane. No la saqué. Quizá no tenía la cámara o quizá estaba ensimismado en las 1000 palabras. O quizá estaba aturdido por el olor a azufre del purgatorio de Brisbane. O quizá me estaba volviendo un poco más misántropo, y eso no hay imagen que lo recoja.
En Sydney este mes se encuentra la exposición de las mejores fotografías de 2006, el World Press Photo. Desde la guerra de Líbano hasta la explosión de un gasoducto en Nigeria, desde el Mundial de Alemania y el zidanazo, hasta la guerra mundial de Irak, el levantamiento de los asentamientos judíos de Gaza, la "recaille" de Paris, el deshielo de los polos, la naturaleza. Multitud de impactos de "foteros" aguzados que estuvieron en el lugar preciso en el momento exacto mientras dejaban otros momentos y otros lugares en la oscuridad del olvido.
En esa oscuridad a veces se quedan muchas imágenes que mis ojos captan y que merecerían ser mostradas a los suyos, que me leen ahora. Pero mi cerebro anda siempre buscando mil palabras que contarles, y toda la belleza y la mierda que encuentro en este mundo se queda a veces sólo para mí. He visto cosas maravillosas más allá de Orión, pero no tengo pruebas.
Hace poco tuve una foto que no saqué. Podría haberla tenido, pero para explicarla hubiera necesitado mil palabras o quizás más. Fue en el aeropuerto de Brisbane. A lo lejos, dos tipos altos, piel oscura, camisa azul típicamente fijiana arriba, pareo oscuro abajo. Bula! Podría haberles saludado. Eran fijianos. Los dos con muletas, los dos mutilados. Les faltaba una pierna. Podría haber sido cualquier causa la que provocó la amputación. Sin embargo, volví por un momento a mis vacaciones en Fiji, de las que les debo una crónica que nunca escribiré, a la isla de Nacula, al lugar donde me alojé durante cinco días de ensueño. Encontré la respuesta.
Allí, en una cena fijiana fantástica varios europeos hablábamos de todo un poco. Noruegos, ingleses, alemanes, españoles, holandesas, a qué te dedicas, qué haces aquí, has estado antes. De repente, entre esto y lo otro, una enfermera inglesa nos contó que trabajaba para el ejército de su país. Estaba allí aprovechando unos días de vacaciones. Trabajaba en Suva, en la capital de Fiji. El Ejército de Su Majestad los mandaba allí para comprobar la salud de los jóvenes fijianos dispuestos a salir del paraíso pacífico y de sus 1,7 dólares mensuales de sueldo. “En el Reino Unido nadie quiere alistarse y buscamos soldados en otros países anglófonos”. Un mes de preparación en Londres y después los mandan a “operar sobre el terreno”.
En mi mente la camiseta de un fijiano a la vuelta hacia el aeropuerto tras mis vacaciones: “Iré al cielo porque ya he estado en el infierno: Afganistán 2006”. En mi mente, esa imagen de los dos mutilados de Brisbane. No la saqué. Quizá no tenía la cámara o quizá estaba ensimismado en las 1000 palabras. O quizá estaba aturdido por el olor a azufre del purgatorio de Brisbane. O quizá me estaba volviendo un poco más misántropo, y eso no hay imagen que lo recoja.
6 comentarios:
Quizás no hay imagen que recoja tu misantropía, pero la transmites de sobra con tus mil palabras.
Me ha encantado.
Gran fotografía, Rafa.
Quizás esa fotografía quedará en tu retina por las guerras a las que nunca fuimos, por las cosas que soñamos con contar y nunca contamos...
Nunca hemos contado hasta ahora...no te des a la derrota tan pronto, que te pareces al ejército francés! Por cierto Edgar, felisidades (con acentito portuguêsh), y a ti Alf con retraso (mental).
Mejor dicho, por las cosas que todavía no hemos contado.
Parto una lanza por el cumpleaños de Edgar y la clavo en el pecho de Ralf, por su efeméride que será mañana...
No he tenido la oportunidad de ver esa foto cara a cara, pero cómo me impresionó verla en el periódico, y cómo me sorprendió verla aquí ahora
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