viernes, julio 18, 2008

Aquel verano

Un autobús hacia Madrid con Olga y Eva, a deshoras, que despedía la etapa universitaria. Paseo por la capital con Irene, Mari Carmen y Lucas. Cena en un gallego. Zapatilla gigante de lacón con queso. Avión tempranero a Roma. Vuelo con la Thai. Llegada a Fiumicino. Todos en casa de Chiara. La Fontana de Trevi. Foto a las cinco de la mañana. Domingo en Ostia. Pizza italiana, Piazza Navona. Sablazo. Reencuentro en Termini con Marcella. El Coliseo, el Vaticano y el Trastevere. “Qua la Padania, qua la terrugna”, humor de Francesca y Benedetta. Insulto de Eva en la Parolaccia. Viaje a Nápoles. El Café del Professore, el Maschio Angiolino, Pompeya, el Vomero. Comida en el Nennella. Concierto de Gotan Project. O surdatto ‘Nnamurato. Llegada por los pelos al tren de Eva y Olga. Historias de Florencia y Nápoles. Rumbo al confín calabrés. La parrapa taxista, el apartamento perdido: noche en la calle. Casa junto a la playa, Mateo, Paco y Juanpe. El Padrone. Organización andaluza: éxito total. Las papas al vino y el cazzo di pizza. Martín Martak y el bestiale sulla spiaggia. Botellones en la playa, guitarra y cantos internacionales. Il bello ragazzo e le belle ragazze. Caffé scecheratto a las cinco de la tarde. Llegada de Lande y Mercedes y Francesco el vacatoro. La troia egiziana scoppando sotto la pirámide. Viaje express a Taormina con Mari Carmen. Dia en Palermo. El tren que se mete en un barco. Último botellón playero. Regreso a Nápoles. Españoles en los Barrios Españoles. Regreso a Roma...

Eva me contaba que habló con Mateo. Aquel verano de 2003 había sido el mejor verano de su vida. Creo que también lo fue de la mía. Y no sabía que en Bruselas me esperaba el mejor otoño. Nostalgia desde Emiratos.

jueves, julio 03, 2008

La copa

Hace dos años mandé un mensaje a Marcella desde Irlanda. Italia acababa de ganar la Copa del Mundo, la cuarta, y yo la felicitaba y le deseaba que disfrutase la fiesta. Era sincero, yo quería que ganase aquella copa Italia después del partidazo de semifinales contra Alemania. Se lo merecían. Y eso, a pesar del trauma generacional que supuso el codazo de Tassoti en el 94. Fui sincero con esa felicitación. También, con un poso de melancolía, le decía en aquel mensaje que a ver cuándo nos tocaba a nosotros, sus queridos españoles, celebrar algo. Ella acababa de regresar de unos meses en Galicia y se ve que había vuelto un poco meiga, porque respondió que muchas gracias y que estaba segura de que pronto también nosotros lo celebraríamos.

Y era cierto. Lo celebré junto a otros españoles dos años más tarde, el pasado domingo, en el Instituto Cervantes de El Cairo. En una noche de alegría y tristeza. Alegría porque la ocasión lo merecía, tristeza porque me iba de Egipto, me alejaba de algunas personas con las que he pasado un tiempo maravilloso, para ir a trabajar a Dubai durante dos meses. Y también por la tristeza de no estar en España en ese momento. Al día siguiente no pude verme en la tele ni en los periódicos, pero salí. Mish munkin.

Dubai

Poco después de llegar y dar orden a mis cosas, pasé junto al balcón y vi un sol gigante poniéndose a lo lejos, en ese punto donde el cielo y el mar se unen. La playa se intuía cerca. Baje a la calle. El calor era aún insoportable. Me encontré grupos de hindúes o paquistaníes o filipinos tirados en el suelo, cansados de una jornada laboral inacabable. Encontré una inmensidad de edificios inmensos todavía a medio hacer. Encontré cochazos. Encontré contrastes. Avancé hacia el mar. Pero hasta las distancias cortas son infinitas en esta ciudad. Al final llegué cerca de la playa. Había una hilera de hoteles gigantes con derecho a atardecer y después otra hilera de villas con más derecho aún. Y yo, lejano, no encontraba el camino para ver el sol y el mar, tapado por los molinos de vientos que son propiedad de los pocos que se pueden comprar una villa en Dubai Marina. Al final encontré un caminito pequeño, pero cuando llegué, el sol ya se había ido. Si es que había existido alguna vez.

Tarde de fútbol

Cuando desvelo mis amoríos futbolísticos, me suelen preguntar acto seguido que cómo es que un andaluz es del Barça. Soy del Barça, y del Betis, y del Recre, y del Cagliari, y del Reggina, del Auxerre, del Nottingham Forest, el PSV...Media Europa tiene mi amor balompédico. Tiene sentido, lo explicaré. Estos días atrás he disfrutado con algunos equipos de la Eurocopa: el baile de Holanda, el juego coral de Portugal, el vilo de España, la fuerza de Turquía...Da gusto verlos jugar. A todos esos sí, al Córdoba, el equipo de mi ciudad, no.

El otro día tocó tarde de fútbol. Última jornada en segunda división. El Córdoba se juega el descenso de categoría en San Sebastián. La Real se juega el ascenso. Está a un punto de descender. Los que vienen detrás van ganando todos. Poco a poco va bajando puestos, pero todavía tiene colchón para salvarse.

Paso más de 40 minutos mirando la pantalla del ordenador. En la página de As, los resultados van cambiando, adaptándose a los goles, y en la clasificación provisional el Córdoba se mantiene por encima del 19, sigue salvándose. En la práctica, me tiro un buen rato mirando unos numeritos que a veces cambian.

Al final del partido, el Córdoba consigue el empate. Sigue siendo el 18 pero el partido del Cádiz no acaba. En la pantalla el As todavía no lo da por finalizado. El Cádiz empata en Alicante, si marca, el Córdoba se va a segunda B.

Cuando todo ha acabado, hablo con mi hermano. Él me lo cuenta como sólo él sabe contar las cosas. La comedia del Córdoba. Todos los años salvándose igual, con malas artes (y hasta aquí puedo leer) y una comedia de fondo. “El partido del Córdoba había acabado, el Cádiz empataba y le pitan un penalti a favor en el último minuto. El Córdoba a la mierda. Y el tío que tira el penalti le pega al palo, el balón rebota en las piernas del portero y se sale fuera. El árbitro pita el final”. Cuenta mi hermano. Yo me parto. Mientras miraba la pantalla no imaginaba la tragicomedia que estaba ocurriendo allá lejos.

El Córdoba nació con vocación de admirar al Betis. Por eso viste igual. Es una caricatura del equipo más estrafalario de España. Así le va. Y luego me preguntan, ¿cómo un andaluz puede ser del Barça? Y cómo no. ¿Es normal que todos los años nos lo hagan pasar tan mal? No es sano para el corazón. Por eso soy del Barça, del Betis, del Recre, del Cagliari, del Reggina, del Auxerre, del Nottingham Forest, del PSV...