Entre mis sueños, se coló anoche un sonido inmenso. Era como si Medina Cantalejo estuviera pitando el final de un partido inacabable una y otra con un silbato del tamañó de Luxemburgo. Pensé entre las neblinas del sueño que quizás se trataba de una pesadilla, ¿se imaginan a Albania ganando la Eurocopa?
Sonaron unos golpes en mi puerta. Me desperté y esperaba que abriera un jugador albano (y Romina), el colegiado andaluz no paraba de soplar el artefacto y de repente aparecieron mis compañeros de piso para sacarme de tan pesadillesco partido. No era el fútbol, estúpido, me dijo alguien o me dije a mí mismo. Había una alarma de incendios sonando en todo el bloque, un fuego supuestamente en mi misma planta y había que evacuar el edificio.
Me resistí a decirle adiós a Medina Cantalejo al grito de "I don't mind burning, but let me sleep", pero antes de darme cuenta mi instinto de supervivencia tiraba de mí hacia las escaleras, catorce pisos hacia abajo.
Mi compañero el gabacho puso el toque sarcástico al asegurar que era una buena oportunidad para conocer a los vecinos y me travestí en azafata del 1,2,3 para calcular que en 23 plantas con seis pisos cada una deben haber más o menos una pechá de vecinos, vecino arriba, vecino abajo.
Aproveché la ocasión para hacer una DAFO de las tías que había a mi alrededor y llegué a la conclusión, siempre con el cerebro lleno de legañas, que ante la Amenaza del incencio tenía la Oportunidad de ligarme a alguna asiática, que son mi Debilidad, y así Fortalecer mi ego.
Al llegar abajo, una larga hilera de camiones de bomberos nos hicieron un pasillo de bienvenida, varios centenares de personas se arromolinaban en torno de ellos -destacaba entre tanto asiático una negra con una bata plateada a lo Gloria Glaynor-, y yo pensé que de qué mes hacía el día 11, relamiéndome pensando en la crónica que mandaría al día siguiente al tiempo que sufría por mis calzoncillos con la bandera italiana, que habían quedado, con el resto de mis pertenencias, atrás para siempre.
Sin embargo, dos minutos después, un tío encorbatado me quitó el Pulitzer de las manos cuando ya empezaba a preparar mi escena a lo Scarlett O'hara ante las cenizas del Regis Tower de Sydney, y nos mandaron a todos de nuevo al sobre: los bomberos habían acabado su tarea, no había restos de humo, y me da que en Sydney son un pelín exagerados, aunque como diría Ramón Sánchez Ocaña, más vale prevenir.
Ci vediamo, Medina!