El viernes, como todos los viernes, fue domingo en Egipto. Y los domingos, todo el mundo lo sabe, hay fútbol. El pasado viernes, o domingo, en El Cairo se enfrentaban El Ahly y el Zamalek, que es la versión egipcia de un Barça-Madrid, un Juve-Milán o un Arsenal-Liverpool.
El Ahly viste de rojo, tono sospechosamente parecido al de Vodafone, y es el equipo del pueblo, el megacampeón egipcio, el equipo con más hinchada, más títulos y más pedigrí. Uno de los más laureados de África, múltiple campeón de la "Champions" africana y asiduo de la Copa Toyota, ese engendro futbolístico, lejano y solo, en el que América y Europa se disputan el cetro del balompié, y que desde hace poco tiempo se maquilla con la asistencia de comparsas africanas, asiáticas, norteamericanas y oceánicas.
El Zamalek tiene atributos regios, pero como aquí la monarquía cayó en desgracia en los cincuenta, el equipo blanco no disfruta de los favores ni las glorias de otros equipos blancos y regios.
Había que llegar al campo con varias horas de antelación. Tiene una explicación sencilla: había mucha policía, bastante diversion, pero poca organización. Si en vez de vigilar el estadio, los militares hubieran decidido invadir Israel, el problema palestino se hubiera acabado el viernes. Pero aún así, los habituales apelotonamientos egipcios se seguían produciendo con total normalidad: como en el metro, como en los pubs, como en las tiendas. Además, el fondo norte, en el cual me encontraba con mis amigotes, rodeado de seguidores de El Ahly, no tenía escaleras que dividieran la grada en sectores, por lo que llegar hasta el asiento que aparecía en mi entrada se convirtió en una odisea contemporánea.
Las cinco cero cero. A esa hora me hallaba ya en mi sitio, quedaban aún dos horas y media para que empezase el partido, pero los seguidores ya llenaban los fondos, y no paraban de gritar y apoyar al equipo. A las siete y media seguían gritando y apoyando, y así hasta el final. Era como estar rodeado de conejitos de duracell haciendo el biri. Un ambientazo.
Y llegó el pitido inicial. Empezó entonces un partido entre dos equipos tácticamente huérfanos, llenos de buenas intenciones, defensivamente dadivosos pero con anorexia goleadora. El partido era pura inocencia futbolística, como si los pitufos hubieran debutado en segunda B. La primera parte estuvo llena de pifias, piscinazos descarados y excesivo barroquismo en la composición de las jugadas. En la segunda llegaron los dos goles de El Ahly, el menos malo, tras dos fallos circenses de la defensa del Zamalek. Y despertaron a la bestia roja que me rodeaba.
Y así, el partido acabo del lado colorín colorado.
domingo, marzo 16, 2008
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6 comentarios:
Y eso que se supone que Egipto es la Brasil africana.
Perdona, Luigi: Egipto no es África; ellos mismo lo dicen y se clasifican como Oriente Medio. Yo por mi parte digo: si eso es así, pues el Brasil de África será Ghana, ¿no?
Israel juega competiciones europeas, para los franceses nosotros somos Africa...yo los pongo en Africa. Lo de que eran la Brasil de Africa lo vi en un reportaje de la Copa Africa. Yo que se.
Supongo que no te habrá resultado muy chocante ver un partido como el que cuentas, con muchas faltas, muchos fallos, espectros físicos y portentos en la fiesta, y hasta muy aburrido. Vamos, lo que estás acostumbrado a ver en el Nuevo Arcángel cada vez que juega el Córdoba. Fútbol marrullero.
Si en África hay algún equipo que se pueda comparar a Brasil, yo por mi parte digo que el Sevilla actual es la Holanda de España.
si el barca de cruyff era un equipo de dibujos animados, el Celta vendria a ser el equipo sonhado por Ibanhez para mortadelo y filemon (o para 13 rue del percebe)
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