“El que lee mucho y anda mucho, va mucho y sabe mucho”. Suena simple, y quizá cacofónico, pero esta frase de Cervantes me resulta llena de sentido: Leer como forma de ir, de viajar; andar, o viajar, como forma de saber. En estos días, mientras andaba por El Cairo tratando de saber sobre un país tan distinto e incluso sobre mí mismo, a veces paraba a tomar un té y leía Un puente sobre el Drina, del bosnio Ivo Andric, para así poder viajar a la antigua Yugoslavia, al que fue su corazón, Bosnia-Herzegovina, y metáfora de un país imposible.
Andric lleva al lector a un viaje por la historia de una ciudad de provincias de los Balcanes, Visegrad, que se convirtió en la Edad Media en un nudo de comunicación entre Oriente y Occidente, gracias a su puente sobre el río Drina. Nos muestra su crecimiento, la cohabitación, que no convivencia, entre gentes de distintas religiones y orígenes que, sin embargo, tienen en común un modo de vida sosegado y contemporizador en torno del puente y de su kapia, un banco de piedra situado en mitad del mismo al que se acercan los visegradeses, de todas las edades, para tomar el aire fresco y escuchar el transcurrir del agua. El puente es el centro de la vida de la ciudad generación tras generación y el lugar en que se encuentran, a pesar de sus diferencias, o precisamente por ellas. Habla de la Edad Media y sus leyendas en torno del puente, de la formación del Imperio Otomano, las revueltas serbias, el Imperio Austro-Hungaro, las turbulencias previas a la Gran Guerra. Y como van pasando por todos esos cambios y desapareciendo en ellos las generaciones de visegradeses. Y viendo, y viviendo, las enormes diferencias y las grandes similitudes que nos unen y nos separan de los egipcios, me planteo por qué algunos mandamases nos quieren alejar más, enfrentar culturas crecidas junto a religiones más parecidas de lo que se piensa. Por qué no nos dejan que nos sentemos tranquilos en la kapia del mundo mientras vemos juntos el agua pasar y tomamos aire, y nos extinguimos poco a poco mientras otras generaciones llegan.
lunes, febrero 18, 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Espero que encuentres tu kapia en El Cairo y que te dejen sentarte tranquilo a leer otro libro sobre el que basar nuevas entradas en tu blog.
Bicos
Gran introducción la cervantina! Ojalá que la gente no se apoltrone y permita ocupar la kapia a cuantas más personas mejor. Y que el ruido de la corriente no ensordezca el diálogo con su vecino.
Salu2 dsd el maldito eje!
El problema amigo mio, no son los mandamases. Las mismas personas que se sientan a escuchar el agua pasar, o la hierba crecer, son las que acaban a ostias. Ya sabes, la falta de ignorancia.
Pienso lo mismo que Caesares. Lo desolador es que ni siquiera la cultura es una vacuna. Se me viene a la cabeza el asesino profesional y rutinario del documental "Queridísimos verdugos" de Basilio Martín Patino que en sus ratos libre declaraba elevar su alma escribiendo poemas, glosando su sensibilidad de hombre valiente.
En el mejor de los casos, la cultura quizá sea solamente un recordatorio de que a pesar de todo seguirá habiendo personas dignas de admiración por emplear sus fuerzas en algo bueno y hermoso.
Tengo muchas ganas de leer ese libro, ya lo hablamos. Ya te contaré cuando lo haga.
Eres un crack, no sólo escribiendo.
¡Un abrazo!
Eh..., tío es tan brutal lo que has escrito que no sé qué decir. Me limitaré a leerte.
Estás hecho un culturetas, eh, citando a Cervantes y leyendo a Andric en un café del Cairo... Y de la prosa que te gastas últimamente, ni hablamos. Estoy disfrutando como una enana. Escribe más, anda.
Yo ya estoy de vuelta en tierras galaicas. Y en el paro. Eso sí, tengo historias de la Habana para decenas de noches de copas. Y una muesca más en mi caza y captura de momentos para la historia ;)
Bicos mil.
No tengo palabras...
Publicar un comentario