Marcella y Jessica se quejan de la falta de perspectivas en Nápoles, al tiempo que reconocen entre líneas su fascinación por su ciudad. Susana, bilbaína napolitanizada, habla con alegría de cómo la ciudad la ha cambiado, de cómo se ha metido en ella, la ha hecho más alegre. Tratamos de entender la ciudad, divagamos sobre su luz y sus sombras, extranjeros y locales, al tiempo que una lluvia atroz anuncia un bello día de boda unas horas más tarde. Disfruto de un tráfico circense, de unas conversaciones llenas de una sabiduría irónica y pesimista local de las que me empapo. Me lleno los oídos de músicas alegres llenas de melancolía que hablan de que pensamos que estamos bien para no ponernos tristes.
Leo como Peppe Lanzzeta, en su Tropico di Napoli, intenta mostrar el espíritu cautivador y cansino de la ciudad a través de un trainspotting napolitano con una sobredosis de Almodóvar que recoge la epopeya cotidiana de sus gentes. Sus miserias, sus grandezas. Exagera bocetos de su mediterraneidad, su italianidad, su españolidad. Atrapa como atrapa la ciudad.
Me despido de Nápoles después de dos días magníficos que me hacen reencontrarme con una ciudad que me cautivó hace mucho tiempo. Le digo hasta pronto, estoy seguro de que volveremos a vernos. Les deseo lo mejor a Sergio y Valentina, causa primera de mi visita, hastapronteo con Marcella. Descubro a Jessica, Susana y Barbara. Me voy con el estómago lleno de manjares, con la vista llena de anarquías individuales, con el espíritu repleto.
Me voy a Estambul.
1 comentario:
Niño me acabo de enterar que Nápoles ha entrado en plena regla y con todos los honores en el blog del vagamundo más vago y entrañable que conozco, qué ilusión….por Dios, Nápoles globalizada…
A ver que nos vas a contar ahora de Irán, gitanillo.
Un besote volcánico
M.
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