martes, diciembre 12, 2006

El semáforo*




El pasado 25 de octubre a las cinco de la tarde algunas de las más rutilantes estrellas de los últimos años en los 100 metros lisos, la prueba reina del atletismo, se dieron cita en George Street, la calle principal del centro de Sydney, con el objetivo de superar un nuevo desafío en sus fulgurantes carreras.

Allí estaban campeones olímpicos como Carl Lewis y Linford Christie, y mundiales como Asafa Powell y Ato Boldon. En esta ocasión los flashes esperaban al corredor que fuera capaz de cruzar un semáforo del centro de la ciudad australiana en el tiempo que dura en verde el indicador de los peatones. Se trataba de una prueba más fugaz aún que la especialidad de estos cuatro atletas, pero sin duda mucho más exigente.

Esta carrera llevaba al límite la necesidad de una salida en la que los movimientos de arranque fueran coordinados a la perfección, las zancadas de los primeros pasos llegaran a su máximo potencial, calculando una longitud extrema que no supusiera un riesgo para la musculatura de estos atletas, y la explosión de la carrera se prolongara en el tiempo escaso que dura la prueba. El reto exige la mayor concentración, y los movimientos deben calcularse al nivel de nanosegundos, ya que la más mínima distracción puede suponer que el competidor quede varado en la mediana sin posibilidades de cruzar la carretera de una sentada.

El ensañamiento con el que el departamento de tráfico del Ayuntamiento de Sydney ha calculado el tiempo de duración en verde del indicador de peatones en las calles del centro ha hecho que sólo superhombres de esta talla, la de los cuatro atletas mencionados, puedan aspirar a cruzar las calles de una sola vez. Los regidores de esta ciudad, que fue olímpica en el año 2000, exigen el máximo a sus ciudadanos en cada esquina, en cada cruce, en cada semáforo, y ni siquiera los cuatro reyes de la velocidad pudieron torcer el brazo de los políticos locales: ninguno llegó a cruzar esta meta simbólica.

Existen diversas teorías sobre el origen del veloz paso del color verde en los semáforos: una preocupación del Ayuntamiento por la salud de sus ciudadanos, de ahí que fomente la práctica del atletismo urbano; una rémora de la concienciación ciudadana sobre los beneficios del deporte que emprendió el gobierno local en vísperas de los Juegos del 2000; el pavor de los políticos australianos al ecologismo, que intenta reducir al mínimo cualquier referencia subliminal que pudiera hacer al pueblo presionar en favor de la firma del Protocolo de Kioto; un experimento oncológico para provocar un cáncer colectivo vía estrés, o una simple metáfora para recordar a los habitantes de Sydney la fugacidad de la vida.


* Fijense en el color verde del indicador de peatones.

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