lunes, enero 28, 2008
El Cairo
Caos. El Cairo es caos, es ruido, gente, olores, mezquitas, iglesias, contaminación y coches, coches y más coches sin sentido ni orden en un big-bang que ni siquiera pueden domesticar las cinco llamadas a la oración que hay durante el día. Ese extraño magma tiene un dominante color amarillo que avisa al visitante de la proximidad del desierto y de su omnipresencia en el país más antiguo del mundo. Es también gente por todos sitios y a todas horas, noches que suceden al día sin que nada cambie y sin que el caos se relaje. Es una ciudad que exige una atención continua para sobrevivir a ella y para no perderse lo mejor de sus contradicciones y la convivencia del pasado, el futuro, el condicional y el pluscuamperfecto en un presente sin orden ni concierto ni ton ni son ni yin ni yan.
I Republica
El pasado viernes por la noche comencé a vivir en Egipto. Esto significa que, entre otras muchas cosas, tras el cámelot monárquico holandés, la esquizofrenia coronada de Bélgica, la profilaxis regia española y la lejana proximidad australiana con su inteligente (quién lo iba a decir) pertenencia a la Commonwealth (cuestión para tratar en otro post: si queremos un rey...¿por qué no nos unimos a la Commonwealth y que lo paguen los ingleses?). Me perdía, tras todo eso, voy a vivir por fin en una república. Mi primera república. Y empezaré a contarles a partir de ahora mi nueva vida aquí. Es una república de aquella manera: Gobierna el mismo jefe de Estado (Hosni Mubarak) desde los setenta, su “delfín” es su hijo, y a diferencia de los otros cuatro países la democracia está en pañales. No es una república muy ejemplar pero....es que es mi primera vez, tampoco podían esperar que me fuese a Francia, ¿no?
Mardi Gras 5
Salmorejo
En su mochila y en su estómago, hagan hueco a la simplicidad culinaria y el esplendor gastronómico del salmorejo. Retornen a la vida media barra de pan duro de varios días y enriquézcanlo con un poco de agua. Escurran el agua y llévenlo a florecer a un recipiente junto a un diente de ajo, sal, un chorreón de aceite de oliva y otro de vinagre. Añadan tres o cuatro tomates pequeños y más bien
maduros, una vez pelados. La batidora hará el resto. En unos minutos, el puñado de ingredientes se habrá convertido en un plato capaz de conquistar cualquier resistencia: sencillo, contundente. Inmejorable para el verano. Añadan el rojo de los taquitos de jamón serrano y el blanco de la clara de un huevo duro. Así tendrán un pequeño viaje visual a la cuna de este plato: Córdoba, cuyo icono más simbólico son los arcos de medio punto de una mezquita que es catedral al mismo tiempo. Arcos de ladrillo rojo y blanco. La yema del huevo recordará a un sol siempre presente en la ciudad omeya, que les hará pedir a su paladar degustar, una vez más, este plato. Desde Córdoba, estrechas calles blancas y atardeceres rojos en su paladar.
maduros, una vez pelados. La batidora hará el resto. En unos minutos, el puñado de ingredientes se habrá convertido en un plato capaz de conquistar cualquier resistencia: sencillo, contundente. Inmejorable para el verano. Añadan el rojo de los taquitos de jamón serrano y el blanco de la clara de un huevo duro. Así tendrán un pequeño viaje visual a la cuna de este plato: Córdoba, cuyo icono más simbólico son los arcos de medio punto de una mezquita que es catedral al mismo tiempo. Arcos de ladrillo rojo y blanco. La yema del huevo recordará a un sol siempre presente en la ciudad omeya, que les hará pedir a su paladar degustar, una vez más, este plato. Desde Córdoba, estrechas calles blancas y atardeceres rojos en su paladar.
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