El billete de 50 dólares hace ¡chas! y se va de tu lado. Está hecho de un material especial, ya que puede pasar del estado sólido al gaseoso en menos de lo que un semáforo dura en verde en Sydney. Es un instante. El futuro no existe para el billete de 50 dólares, que pasa de mano en mano como la culpa.
Sacar 50 dólares del cajero es saber que se perderán antes de ser consciente de su presencia, pues su consistencia es pura nebulosa. Si alguna vez vienen a Australia prueben a sostener este billete, agárrenlo con todas sus fuerzas, con ambas manos, cúbranselas con algo que tape cualquier resquicio de salida que pueda haber, intenten todas las capas que quieran, conviertan la realidad en una prisión al estilo de unas matriuskas rusas en cuyo fondo estuviese el billete de 50 dólares. No habrá servido de nada: David Copperfield con su escapismo es tan sólo un principiante comparado con este billete, que siempre resulta vencedor. Llénense las manos de aceite e intenten mantener entre ellas una pastilla de jabón recién sumergida en agua, añadan un suelo recién encerado y un toro persiguiéndoles. El resultado, por catastrófico que sea, tendrá más visos de permanencia que con el billete de 50 dólares.
Tiene en su esquina inferior izquierda una marca con la forma de la Cruz del Sur que transparenta y deja ver la realidad más allá del billete. Cojan un billete, miren por ese hueco y verán algo, vuelvan a mirar y verán todo. El billete ya habrá desaparecido de su vista, y andará más lejos que la Osa Mayor. Si el billete de 500 euros es como Bin Laden, porque todo el mundo sabe que existe pero nadie lo ha visto, el billete de 50 dólares es como el Gran Houdini.
*Equivale a 30 malditos euros o 5.000 añoradas pesetas.
viernes, febrero 09, 2007
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