O más bien debería de decir nuestra primera vez. Ella también era novicia en esta noble arte. Conocíamos la teoría, habíamos leído y oído mucho sobre el tema, pero nunca la habíamos puesto en práctica. Cuando empezamos, escuchábamos a mucha gente alrededor. Eso suponía una carga de presión añadida. El lugar donde íbamos a hacerlo era demasiado grande, lo que podía estar a nuestro favor o en nuestra contra, lo peor de todo era que no lo sabíamos. De repente, todo empezó a tomar una temperatura muy alta y nos dimos cuenta de que sería más rápido de lo habíamos pensado en un principio. Sin embargo, habíamos tomado las precauciones necesarias desde antes de hacerlo*. A pesar del entorno en el que nos hallábamos, nos aislamos en nuestro pequeño mundo en seguida, nos olvidamos de todo, empezamos a ir a lo nuestro dándonos igual el resto del mundo. En ese momento no podíamos pensar en otra cosa, aunque teníamos miedo de que saliera mal. Todo el mundo habla mal de su primera vez, y no queríamos que a nosotros nos pasase lo mismo. Al llegar al final, fuimos realmente concientes de lo que acabábamos de hacer, y el éxtasis llegó como sin darnos cuenta. Terminamos y yo la tapé para que reposara. Cuando todo acabó, los dos nos fundimos en un abrazo lleno de ternura y compañerismo: Laura y yo habíamos finalizado, con éxito, nuestra primera PAELLA. O qué pensaban...
* El arroz, aunque carísimo, no se pasaba: El éxito culinario estaba asegurado, nos salió una estupenda paella navideña para unas 20 personas.
lunes, enero 08, 2007
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