El argumento del niño del minifundio me gustó: estás en las antípodas de la veracidad, así que puedes mantener el nombre del blog en honor de la mentira. Y así seguirá. A pesar de haber regresado a Europa, donde estoy en las antípodas de las antípodas y la mentira no se manifiesta tanto.
Y en Europa celebré, precisamente, el aniversario que conmemora el nacimiento de este engendro de bitácora, cargado de chascarrillos y humor fácil sobre un país difícil (de aguantar). Precisamente en su capital, en mi Bruselas. Allí reuní a dos compañeros (y sin embargo amigos) de viaje a Australia, un compañéro (y sin embargo amigo) de carrera y dos ex-compañeras (y sin embargo amigas) de sufrimientos en el mayor engendro periódistico que ha dado el Opus: AE.
En torno a un pato a la Kriek comentamos las últimas novedades de la vieja Europa, donde sabemos diferenciar lo real de lo virtual, una frontera que el márketing diluye más allá del Estrecho de Torres (Belén dixit).
Y de ahí el viaje continuó a España, el país outback en el que nací, rojo y enladrillado desde el cielo (¿Quién lo desenladrillará?) Donde acabó la persecución que Australia nos hizo a lo largo y ancho del Benelux, sea en forma de canción (Downunder) en la radio holandesa, en forma de video sobre Sydney en una pantalla de una agencia de viajes cualquiera en un barrio (no rojo) cualquiera de Amsterdam, en forma de cadena de helados o en forma de koala de peluche en el pasillo del avión de Ryan-air.
Ahora me reencuentro con ese mecanismo de lo cotidiano que es la rutina y la saludo en algunas caras que tenía borrosas, en algunos rincones imborrables y en sabores y olores inolvidables.
martes, octubre 09, 2007
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