El soldado patoso de los mares, el descafeinado de sobre de los oleajes, la etiopía del equilibrio, la margarina de la capacidad de reacción, el Abreu de los surfistas, el licor 43 del dinamismo, el Bustamante de la marejada, el Johan Sebastián Mastropiero de la espuma del mar...en resumen: un tronco con traje de neopreno. Así me sentí el pasado sábado y el domingo, con mi tabla en la pierna izquierda, mi camiseta rosa y un chapuzón tras otro.
Volví en mi versión Skeletor a la playa de Bondi. Esta vez alguna ola calló, en alguna me monté y sentí la velocidad del surf, el atractivo del surf, la adicción del surf. También encontré a dos surfistas en plena acción venir contra mí, estaban cerca, estaban muy cerca, estaban demasiado cerca, y sentí que aquellos peligros que anunciaba el contrato que firmé antes de las lecciones surferas podían hacerse reales. El horror puede ser una tabla de surf con un tío encima. Reaccioné a tiempo: Abreuuuuuuuu, al paloooooooo...
Descubrí de dónde sale el cansancio y de dónde la agujeta humana en que me convertí al día siguiente: cada vez que intentas coger una ola, te montes en ella o viajes debajo de ella, vuelves a la orilla. Y cada vez que vuelves a la orilla hay que volver a volver. Y cada vez que vuelves a volver te cansas. Te cansas mucho.
Después de una larga lucha contra las olas, una más, después de montarme en dos olas tras dos horas de eterna batalla, vino el mejor y más arriesgado momento. El mar hacía una especie de U en cuyos laterales había unas corrientes que te disparan hacia el fondo. Sobre la tabla sólo había que dejarse llevar por la corriente, salirse de ella en cierto momento y finalmente atrapar la ola desde una larga distancia. El nombre inglés de corriente es rip, súbanlo a mayúsculas y verán qué miedo. Sin embargo, sin riesgo no hay gloria (gaynor).
Lo mío es el fútbol. Televisado.
miércoles, noviembre 22, 2006
Un gran proyecto
Para celebrar el solsticio de invierno, para celebrar el gordo de Navidad, para celebrar la paz o para celebrar un alto el fuego (con más fuego)...Aquí os doy la web de un proyecto que me parece una iniciativa cojonuda para mejorar este puto mundo loco:
http://www.globalorgasm.org/
El objetivo: un orgasmo global el 22 de diciembre para llenar el mundo de energía positiva, equilibrar el karma del planeta y de paso pegarse un homenaje. Ea! Avanti, sempre avanti!
viernes, noviembre 17, 2006
Coming Soon...
Desde el futuro, les informo de las próximas entradas de Oceanía Directo:
*El Semáforo
*Fauna ( I )
*Una imagen
*La casa de los gitanos
Además, tendrán imágenes inéditas de Skéletor redivivo en mi persona, las medusas azules y muchas más cosas.
No dejen de seguir Oceanía Directo, en las Antípodas de la Veracidad.
*El Semáforo
*Fauna ( I )
*Una imagen
*La casa de los gitanos
Además, tendrán imágenes inéditas de Skéletor redivivo en mi persona, las medusas azules y muchas más cosas.
No dejen de seguir Oceanía Directo, en las Antípodas de la Veracidad.
viernes, noviembre 10, 2006
Parecidos Razonables ( I )
jueves, noviembre 09, 2006
Le llaman Gipsy (soy surferoooooo)
El océano bate sus olas contra todo lo que encuentra a su paso. Se trata de seguir el ritmo de esa ruptura. Viento, lluvia, frío. Climatología adversa en una playa vacía. Bondi, la playa más conocida del lado de acá del ecuador, vacía para cuatro aventureros. El sol no quiere verlos, y la harena (permítanme la licencia ortográfica, la arena de aquí es como harina) queda casi virgen de pisadas. Entonces aparezco yo, traje de neopreno, mirada al infinito (con mis dioptrías, el siguiente montículo de harena y la estrella Betelgeuse se juntan en un mismo lugar) y tabla de surf. La pinta debía ser apabullante, porque dos japos se sentaron en mi tabla para hacerse fotos conmigo. Soy surfero, y con caña, vino y ron me quito las penas.
Junto con tres compañeras, becarias de distintos organismos autonómicos y nacionales en Sydney, comencé el pasado sábado unas clases de surf que auguran una amplia promiscuidad literaria para este blog. Son tres clases cuyo objetivo es que aprendas a subirte en una plancha de plástico al tiempo que te transporta una ola. Es simple, es frívolo, es absurdo si quieren, pero hostia! fue divertido.
Sin embargo, no era la diversión sino la supervivencia aquello con lo que me conformaba cuando al llegar al lugar de la cita, los profesores me hicieron firmar un documento en el que me prevenían de que si: te la pegas con otro bañista, te la pegas con una roca, te la pegas con un tiburón o con cualquier otra criatura marina, te atacan las medusas azules, te quedas sin algún hueso, te quedas lisiado, te quedas sin vida, etcétera, we’re not responsible (vulgo: la pelas).
Al horror inicial sobre los horrores que puede llevar consigo esta inocente actividad, se une el horror de encontrarme con un profesor que da la bienvenida con los labios pintados de gris y una camiseta de colorines que hace recordar al payaso de Micolor versión David Lynch. El horror se eleva a la enésima potencia cuando el profesor confiesa ser de Canberra (una ciudad que debió de ser fundada por catalanes con ganas de cachondeo y que, por cierto, no tiene playa).
Pero el horror se disipa con una pequeña charla en inglés de la que no entiendo cuarto y mitad, pero que da unas lecciones básicas sobre como evitar los peligros en ciernes y me incita a saltar al agua y comerme las olas (o más bien bebérmelas, me cago en la hostia...).
Y de repente estaba en el agua, con una tabla de metro y medio atada a mi pie, un traje de neopreno que me daba la misma movilidad que un portero de futbolín y una camiseta rosa que en el retorcido lenguaje del surf quiere decir: NOVATO DE MIERDA.
La primera media ola de olas la perdí en ser capaz de estabilizarme en la tabla, reconocer un cierto bouquet a petróleo en el paladar en las aguas del Pacífico y prepararme para lanzarme como una ola, sin caer de la tabla para un lado o para el otro. También en probar distintas formas de entrar en la tabla para tomar posición: si a lo Anguita (por la izquierda), a lo Aznar (por la derecha), o a lo Rajoy (por detrás). Una vez que supe por donde entrar (a lo Anguita, por si había alguna duda), hay que saber pillar una ola. Otra media ola. Luego intentar levantarse en la tabla haciendo los movimientos adecuados (son tres, pero parecen trillones).
Y entonces, cuando creía que ya estaba preparado para poder levantarme sobre la tabla e ir como Cristo sobre las aguas, ya no pude. Se habían acabado las dos olas de clase y además había peleado con el mar más que el de la canción de Mecano: no podía mover una pestaña. Y por supuesto el traje de neopreno, que me hacía parecer Skéletor, se había convertido a esas alturas en una armadura de cemento armado.
Resultado de la primera clase: Pacífico 80-Rafa 0. Apenas si estuve unos segundos sobre la tabla, pero esta batalla continuará. De momento, como diría el eminente profesor de Yorstaun Aznar: surfero patatero, surfero patatero.
miércoles, noviembre 01, 2006
Los Australianos ( I )
Al contrario que en el caso de los rusos, los australianos no se dividen en dos sino en tres subgrupos, esto es: los no australianos (inmensa mayoría), los australianos (dicen que existen) y los australianos “de suche” o aborígenes (pa echarles de comer aparte).
Los primeros son la inmensa mayoría. Predominan especialmente los asiáticos, al igual que predominan los restaurantes asiáticos. Hay quien opina que, en realidad, muchos de los actuales asiáticos son antiguos australianos que se amarillearon y ojirasguearon de tanto acudir a estos centros hosteleros.
Los segundos son muy difíciles de encontrar. Se caracterizan por ser especialmente nacionalistas con su país y ganar mucho dinero trabajando poco (en esto se nota especialmente el carácter antipódico de este país). Su principal rasgo cultural es la barbacoa. El hecho diferencial del australiano es la barbacoa. La hacen por todos sitios. En ciudades como Sydney es fácil encontrar parques, jardines, piscinas y playas especialmente equipadas para que el australiano pueda, en cualquier momento, mostrar a la humanidad su hecho diferencial. La letra del himno nacional australiano(al contrario que otros países que no tienen) pertenece a un músico francés cuyo pseudónimo es Georgie Dann.
En cuanto al tercer grupo, son incluso más difíciles de encontrar. Al contrario que el segundo grupo, ganan poco dinero pero sin trabajar. Por una cuestión de mala (y escasa) conciencia histórica, el gobierno australiano actual dedica parte del erario público a subvencionar la vida de los escasos aborígenes que dejaron los anteriores gobiernos. Por su parte, los escasos aborígenes que dejaron los anteriores gobiernos se dedican a vagar borrachos por las escasas zonas que les ha legado el segundo grupo (los australianos que aún no se han convertido en asiáticos) para vivir. Los aborígenes han descubierto en fechas recientes el alcohol y sus efectos y se dedican a celebrarlo con gran celo y a reducir la ventaja histórica, medida en toneladas lítricas de alcohol, que les llevan otras culturas conocidas como española, inglesa y alemana, principalmente.
Volviendo al segundo grupo, otra característica de su hecho diferencial, aunque menos notoria, es su gusto por las reliquias arqueológicas. En una visita realizada al conservatorio de música de Sydney, Oceanía Directo tuvo acceso a vitrinas que contenían algunas de estas reliquias, como botellas del siglo XIX que han sido en parte reconstruidas, ladrillos coetáneos a las mismas y demás artículos preciosos parecidos que coinciden en la época y el origen europeo (sobrevivir al viaje desde Europa a Australia, aunque sea en avión, bien merece un córner en un museo).
Como muestra de buena voluntad del pueblo español hacia Australia, Oceanía Directo legará unas zapatillas deportivas con un año de antigüedad, procedentes de Europa y rotas en tierra australiana, al Museo de Historia de Nueva Gales del Sur para que forme parte del legado histórico y cultural de Australia.
En próximas entradas analizaremos otros aspectos del carácter de los australianos, su rica cultura, su abundante gastronomía y su dilatada historia.
PD: Las australianas. Sólo hay que decir que no están mal y que el alto número de sus compatriotas con tendencias homosexuales en algunas ciudades como Sydney las convierte en blanco fácil, aunque esta afirmación se basa en sondeos y aún no en datos fehacientes.
Los primeros son la inmensa mayoría. Predominan especialmente los asiáticos, al igual que predominan los restaurantes asiáticos. Hay quien opina que, en realidad, muchos de los actuales asiáticos son antiguos australianos que se amarillearon y ojirasguearon de tanto acudir a estos centros hosteleros.
Los segundos son muy difíciles de encontrar. Se caracterizan por ser especialmente nacionalistas con su país y ganar mucho dinero trabajando poco (en esto se nota especialmente el carácter antipódico de este país). Su principal rasgo cultural es la barbacoa. El hecho diferencial del australiano es la barbacoa. La hacen por todos sitios. En ciudades como Sydney es fácil encontrar parques, jardines, piscinas y playas especialmente equipadas para que el australiano pueda, en cualquier momento, mostrar a la humanidad su hecho diferencial. La letra del himno nacional australiano(al contrario que otros países que no tienen) pertenece a un músico francés cuyo pseudónimo es Georgie Dann.
En cuanto al tercer grupo, son incluso más difíciles de encontrar. Al contrario que el segundo grupo, ganan poco dinero pero sin trabajar. Por una cuestión de mala (y escasa) conciencia histórica, el gobierno australiano actual dedica parte del erario público a subvencionar la vida de los escasos aborígenes que dejaron los anteriores gobiernos. Por su parte, los escasos aborígenes que dejaron los anteriores gobiernos se dedican a vagar borrachos por las escasas zonas que les ha legado el segundo grupo (los australianos que aún no se han convertido en asiáticos) para vivir. Los aborígenes han descubierto en fechas recientes el alcohol y sus efectos y se dedican a celebrarlo con gran celo y a reducir la ventaja histórica, medida en toneladas lítricas de alcohol, que les llevan otras culturas conocidas como española, inglesa y alemana, principalmente.
Volviendo al segundo grupo, otra característica de su hecho diferencial, aunque menos notoria, es su gusto por las reliquias arqueológicas. En una visita realizada al conservatorio de música de Sydney, Oceanía Directo tuvo acceso a vitrinas que contenían algunas de estas reliquias, como botellas del siglo XIX que han sido en parte reconstruidas, ladrillos coetáneos a las mismas y demás artículos preciosos parecidos que coinciden en la época y el origen europeo (sobrevivir al viaje desde Europa a Australia, aunque sea en avión, bien merece un córner en un museo).
Como muestra de buena voluntad del pueblo español hacia Australia, Oceanía Directo legará unas zapatillas deportivas con un año de antigüedad, procedentes de Europa y rotas en tierra australiana, al Museo de Historia de Nueva Gales del Sur para que forme parte del legado histórico y cultural de Australia.
En próximas entradas analizaremos otros aspectos del carácter de los australianos, su rica cultura, su abundante gastronomía y su dilatada historia.
PD: Las australianas. Sólo hay que decir que no están mal y que el alto número de sus compatriotas con tendencias homosexuales en algunas ciudades como Sydney las convierte en blanco fácil, aunque esta afirmación se basa en sondeos y aún no en datos fehacientes.
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